Paseo Rosarito Ensenada 2018

El Magic 69 en el paseo de Rosarito a Ensenada, 50 millas de diversión en bicicleta. 😀

Magic69

Mi meta era hacer menos tiempo que la vez pasada, y no caminar. Y qué crees? lo logré. Fueron unos 10 minutos menos pero llegue sin un solo calambre.

El inicio del paseo empezó con algunos accidentes, me toco ver 3 ensangrentados en diferentes puntos. Los primeros kilómetros fueron de acostumbrarme a la bicicleta, tenía 4 años sin usarla.
En Cantamar hay una pendiente no muy inclinada pero si larga. Esta vez la subí sin ningún problema. La vez pasada tuve que caminar algunos metros.

Pedaleando, continue sobre el asfalto admirando la belleza en azul del Pacífico. Viendo personas disfrazadas, y bicicletas personalizadas. Niños, jóvenes y adultos. Locales, nacionales y extranjeros. Escuchando música de todo tipo. Hit the road Jack sonó a lo lejos y tuve que acelerar para ver quien reproducía a Ray Charles. Era una señora preciosa a la que acompañe algunos metros. Agradecí su lista de reproducción y con una sonrisa me despedí, arremetiendo con los pistones recuperados.

Como en toda actividad lo difícil estaba por llegar. Un poco antes de empezar a subir la Cuesta del Tigre, sentí un calor en los muslos, espasmos, sabía lo que venía. Disminuí la velocidad a lo mínimo, y eso me ayudo, los síntomas fueron disminuyendo también. Lo que le siguió fue irme al ritmo donde mis piernas no se forzaran. En algunos tramos aceleraba, y al sentir presión, bajaba las velocidades.

Me detuve un poco a rehidratarme, recargar energías, intercambiar palabras con buenos samaritanos. Fue un momento de reconexión, la cima estaba cerca y necesitaba un estimulante natural.

Mi cerebro no me podía fallar, es quien controla todo, no se podía equivocar. Le hablaba a mis piernas como a dos amigas que nunca me han fallado, que se han divertido tanto jugando futbol, que me han llevado a tantos lugares, esta vez no será la excepción. Le hablaba a mis manos, tenían que atinar los cambios. Le hablaba a mi espalda, aguanta, aguanta!!! Le hablaba a mis ojos que por momentos se fijaban en el blanco de la línea del asfalto, no se nublen, no se pierdan en el sudor. La cima, fue la gloria. Me detuve, me quite la sudadera, tomé el último hit, me prepare mentalmente por que lo que vendría sería sentir el viento en la cara, la brisa del mar en esa zigzagueante pendiente. Indescriptible.

Hasta llegar a San Miguel, faltaban 10 millas para el final. Para entonces el dolor en el trasero ya era considerable. El calor en los muslos amenazaba otra vez. Decidí seguir la misma estrategia, velocidad al mínimo, acelerar poco a poco, y no perder la concentración. Una caída a estas alturas no debía ser parte del guión.

Lo mejor estuvo en la meta, mis padres, mi hijo y mi sobrina me esperaban, y en el momento que los ví, mi cuerpo expiró. La pierna no pudo mas, se apretó, se acabaron las fuerzas pero con el impulso pude llegar arriba de la baica. La sonrisa de mi hijo, los ojos de orgullo de mis padres, y hasta los comentarios de mi sobrina me renovaron el espíritu. Lo logré. 50 millas sin calambres, sin caminar, el lugar es lo de menos, yo me sentí un campeón, y mi hijo me lo reconocía. Al día siguiente mi otro hijo escuchó emocionado mi aventura.

Lo volveré a hacer. Aunque por 3 días mi rodilla me recordara que el tiempo desgasta. 😀

Paseo rosarito ensenada

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