Una tarde, una noche, una mañana. Ceviche, cerveza, vino. Alberca, sonrisas, te quieros. Pocas palabras para este pequeño viaje a Hacienda Santa Verónica. El lugar no es muy bonito que digamos pero sirvió para salir de la rutina con la familia, y una invitada especial. Probablemente con unas bicicletas o motos se podría apreciar más.
Lo más divertido fue el regreso por los 15km de terracería. Ver a mis hijos felices es lo máximo.